miércoles, 3 de septiembre de 2014

RIGANTONA

RIGANTONA
Un reino. Una dama. Un poder. Una ambición.

Las primeras en caer fueron las ondinas. Sus hábitats son tan frágiles que una pequeña alteración de las aguas puede hacer perecer a toda una especie. Así, cuando un pez de aguas dulces entra en contacto con el salitre, hará lo que esté en su mano, aceptará cualquier trato con tal de poner fin a tan terrible pesadilla. Mejor esclavo que respirar fuego abrasador y perecer.

Y eso hicieron las desdichadas. Cedieron su elemento a Rigantona por un poco de piedad. Pero lo que no sabían era que Rigantona, la autoproclamada Gran Reina de Real Silyen, no poseía esa gran virtud que es la piedad. Ni siquiera Morveren, líder del pueblo de aguas dulces, fue lo suficientemente convincente como para revocar el tormento. Se dice de ellas que son seres muy alegres, cuya risa es capaz de encandilar a todo hombre que se les acerque. Pero algo con lo que Morveren no contaba era que su pueblo ya no tenía fuerzas suficientes para reír; y en segundo lugar, Rigantona no era un hombre, por lo que sus influencias quedaban reducidas a la nada.

Y así Rigantona se llevó el primer elemento.

El pueblo que cayó poco tiempo después fue el de las aves fénix. Pájaros señoriales, dueños del fuego y de la inmortalidad. Esta poco les iba a favorecer de ahora en adelante, pues contando Rigantona con el pueblo acuático de su lado, un simple fuego no es rival para nadie. Sin las llamas, el ave fénix no puede renacer de sus cenizas, con lo que morirá; pero un ave fénix no puede morir, pues es inmortal. Que se acabe este suplicio rogaban las aves, derramando aquellas lágrimas suyas que se decía eran curativas. Haremos lo que sea que esté en nuestro poder. ¡Lo que sea! Pero por favor, no más agua.

Y así Rigantona se llevó el segundo elemento.

Las terceras en caer fueron las dríadas. Estos delicados seres controlan el tercer elemento: la tierra. En comparación con los dos pueblos anteriores, las dríadas fueron las más difíciles de someter. Cada una de ellas está ligada anímicamente a un roble del bosque y le pertenecerá hasta el día de su muerte. Son seres muy pacíficos, y sólo atacan cuando sus bosques se ven amenazados. Poseen un gran poder, que únicamente un ser humano u otro ser con gran resistencia a la magia será capaz de evitar.

Es por eso que Rigantona removió cielo, tierra y mar para encontrar la solución a sus problemas. Y cuando por fin la encontró, no le resultó nada difícil arrasar millones de hectáreas de bosque con el fuego de los inmortales fénix. Los duendes de los bosques morían uno detrás del otro acompañando a su roble hasta el final del trayecto. Las pocas que sobrevivían suplicaban con todo su ser un  poco de clemencia, pero Rigantona, como bien ha demostrado, no conoce dicho significado.  Nos someteremos. Lo prometemos. ¡Pero, por favor, deja nuestros árboles con vida! ¡Si no morirá toda nuestra raza! ¡Piedad, piedad!

Y así Rigantona se llevó el tercer elemento.

De la noche a la mañana casi toda Real Silyen pasó a manos de Rigantona. Desde el norte, reino de las ondinas, al oeste perteneciente a las dríadas hasta el sur, reino de los fénix, la Gran Reina se está haciendo con el control casi absoluto de todo el territorio elemental. Y sólo y únicamente con los cuatro elementos naturales podrá dominar a todos y cada uno de los seres existentes y por existir de la, en otrora majestuosa, Real Silyen; el Reino del Sol Naciente.


***

– ¿Para qué seguir con el ataque, mi Gran Reina? Su Majestad cuenta ya con tres elementos, es usted la más poderosa del reino, ¿no debería…?

– ¡No son suficientes! Nunca son suficientes… Los tres primeros cayeron con tanta facilidad, fueron tan débiles, tan estúpidos. Pero estas malditas sílfides se arrodillarán ante mí y me suplicarán clemencia. ¿Me oyes? No tengo intención de rendirme. ¡Y que este palacio se derrumbe en mil pedazos si me rindo! El aire será mío, y lo será pronto.

Rigantona salió de la sala de reuniones cerrando la puerta con un fuerte golpe. Recorrió los oscuros pasillos de su palacio subterráneo dando grandes zancadas e ignorando las reverencias de sus siervos y esclavos. A pesar de poseer tres de los cuatro elementos de la naturaleza, Rigantona no estaba satisfecha y deseaba todavía más. Así, las únicas que resistían a los innumerables ataques del subsuelo eran las sílfides: seres amigables, elementales del aire y con la capacidad de volverse tanto visible como invisible. Las sílfides son inalcanzables; vuelan libres cual pájaro y desaparecen a voluntad.

Algo con lo que Rigantona no contaba a la hora de atacar es que no es posible atrapar aire y retenerlo en la palma de la mano.

– ¡Cadan! – llamó Rigantona en la sala de armas -. Quiero que prepares otro ataque. La noche está a punto de alzarse, es nuestro momento. Esas malditas no podrán resistir una noche más.

– Mi señora – intervino Kirwin -, la oscuridad no nos dejará ver nada. ¿No sería más prudente esperar hasta el amanecer?

– ¡NO! Todos estos meses hemos jugado con vuestras normas, ¡CON SUS NORMAS! Porque era lo más prudente, porque os manejaríais mejor. Pero se acabó. Ahora se hará lo que yo diga, y yo misma saldré a luchar. Convocaré un ejército de sombras que anulará por completo los poderes de esas malditas. No volverán a desaparecer delante de nuestros ojos, no volverán a tener la oportunidad de volar alto, no volverán a tener la oportunidad de ganar. Yo ganaré y este asalto será el definitivo. – Cadan y Kirwin se miraron con miedo y tragaron saliva. Si Rigantona salía a luchar, cualquier cosa podía pasar esa noche –. ¡Que me vistan con mi armadura!

***

Hace hoy diez años que he llegado a este nuevo mundo. Mis alas han crecido hasta alcanzar el tamaño de las de una libélula. Y esta una de las razones por las que he sido llamada al frente. Soy la sílfide más joven en entrar en las fuerzas defensivas del ejército del aire. ¿Defensivas para qué? ¿Ejército del aire? Todo esto no existía, según mi abuela. Son nuevos términos a los que mi pueblo ha tenido que adaptarse de manera brusca. Y todo por un único ser: Rigantona.

Según Kiarra, mi abuela – y el resto de la población alada –, Rigantona es el ser más despreciable, malvado y cruel que ha conocido jamás nuestro mundo. Su única ambición es la de hacerse con los cuatro elementos de la naturaleza. Nuestras hermanas las ondinas y las dríadas no han podido resistir más el ataque de esta malvada criatura; al igual que los majestuosos señores fénix, con cuyo vuelo y elegancia no nos podemos comparar. Si ellos han caído, nosotras no tardaremos mucho más en sufrir el mismo destino. Hasta ahora nuestro pueblo se ha servido de la invisibilidad para derrotar o más bien esquivar los ataques del ejército del submundo, al igual que nuestro vuelo: hemos sido capaces de elevarnos hasta los más alto del cielo y conseguir así la rendición – provisional – de Rigantona.

            Kiarra es la sílfide más antigua con la que cuenta nuestro pueblo. A pesar de su joven e inocente apariencia, tiene casi los mismos años que la tierra madre. Cabeza de nuestro pueblo, la consideramos nuestra reina: todos la seguiríamos hasta la muerte en lo que se nos encomendase. Su bondad es tal que de ella aprendí todo lo que sé sobre lo que está bien y lo que está mal; y por ella defenderé mi elemento con mi vida.
            Mi madre, Ginessa, es la princesa heredera, lo que me convierte a mí, Arely, en una especie de suplente a princesa. Y digo suplente porque en parte, las sílfides, somos inmortales y para que yo alcance a ser reina tendría que ocurrir una desgracia comparable a la invasión de Rigantona.

            Ellas dos solían contarme historias sobre pueblos sometidos por una villana drow – un elfo expulsado del bosque sagrado y condenado a vivir eternamente en el subsuelo, oculto para siempre del brillo del sol – que lo único que quería era dañar todo aquello que Real Silyen amaba. Esas historias fueron leyenda para nuestra comunidad; hasta que nos tocó a nosotros enfrentarnos a Rigantona.

            Y ahora que lo sé todo, ahora que tengo edad suficiente para luchar, la Gran Reina no se llevará el cuarto elemento.
           
***

– ¿Cómo he podido dejar que la mente de una inocente criatura deje de ser inocente en cuestión de días? Una sílfide de cambio de ala hablando sobre la guerra, ¿qué más puede salir mal? Soy sabia, los dioses bien saben que sí, pero desconozco el destino de esta guerra. Ignoro qué le deparará a mi pequeña libélula este asalto a sangre fría. Hasta ahora, nuestro reino en los picos más altos de las montañas y en las nubes más frondosas del cielo ha sido capaz de resistir la amenaza. Somos ágiles, rápidas, escurridizas y poderosas. Pero presiento que esta vez todo será distinto. Presiento que esta vez no nos libraremos. Temo por mi pequeña libélula más que por mi propia vida o por la de mi pueblo. ¿Acaso soy egoísta por eso? Soy sabia, los dioses bien lo saben, pero en el fondo tengo sentimientos, y una nieta es una nieta.

– No, madre. Es comprensible. Nuestra pequeña Arely es tan frágil que todo puede dañarla. Pero tenemos que confiar en ella. Esta guerra es de todos; todo el reino deberá luchar, sin distinción de edad o clase social. Muchos perecerán para que otros puedan seguir viviendo. Tendremos que enfrentarnos a nuestras hermanas y a nuestros similares alados; mucha será la sangre mágica derramada el día del combate definitivo.

– Cuando le contaba aquellas historias de cuna sobre la amenaza de Rigantona… Siento realmente como si la hubiese impulsado desde la más tierna infancia a… Esto. Siento como si yo fuese la culpable de todo esto. Como si yo le hubiese arrebatado su infancia, su inocencia; como si Rigantona fuera yo.

– No se martirice, madre – Ginessa intentó tranquilizar a la anciana acariciándole amigablemente un ala –. Cierto es – confesó divertida – que es una manera muy poco convencional de introducir a un niño en la vida adulta, pero sé que no lo ha hecho a mal. La prueba está en que la quiere como si fuera su propia madre, no le guarda ningún tipo de rencor. Está dispuesta a luchar, y cuando ganemos esta guerra podrá contarle a sus nietas como su propia abuela, la gran sílfide Kiarra, la inspiró para ser quien es. Créame, madre, no la nombraron Gran Sílfide del poblado por sus tartas – ambas rieron, relajando así el ambiente tenso y de profunda culpabilidad de Kiarra.

– Supongo que tienes razón, querida. Ahora recemos para que todo salga bien.

– Rezaré por los otros tres elementos también, para que vuelvan a ser libres junto a nosotros y por Real Silyen para que recupere el brillo de antaño.

***

       – Todo está preparado, su Majestad – informó Cadan -. Las tropas están listas para partir al anochecer, como ordenó.

           – ¿Y qué hay de las sombras?

           – Controladas, mi señora.

           – Excelente. – Todo estaba preparado para el ataque; lo que Rigantona esperaba que fuera el ataque definitivo. Con un ejército compuesto en su gran mayoría por sombras, el resto de los elementos derrotados deberán luchar hasta la muerte para con su líder; la derrota sílfide está asegurada. Aire: sólo le resta conseguir este último elemento para hacerse con toda criatura viviente y no-muerta, artificial e interplanar. Un último elemento para ser la Gran Reina que tanto ansía ser –. Que todos estén preparados para partir; esperad a mi señal. Mata a los rebeldes.

            – Eso haré. Con permiso, su Majestad –. Cadan salió de los aposentos de Rigantona con una mirada de fiera lucha y se dirigió hacia el exterior del palacio.

            El palacio de Rigantona estaba enterrado a varios kilómetros bajo tierra. El majestuoso edificio estaba esculpido en obsidiana, tan negra como la noche, aislando así de cualquier posible filtración de luz proveniente del exterior. Como drow, ser condenado a vivir eternamente bajo tierra, Rigantona no podía salir de su morada a plena luz del día. La única manera que tenía la Gran Reina de comunicarse con el exterior era a través de sus siervos o de su más fiel rocín, Cionnaith, un hermoso y enorme pesadilla.

            Cionnaith era un corcel malvado, el único restante de su especie. Para los pesadillas el único bien que existía era el mal. Son criaturas malvadas, de color negro como el carbón y ojos rojo fuego. Sus crines son de fuego y sus cascos son ascuas ardientes. En la batalla son seres poderosos, pues atacan con sus cascos ardientes provocando fuertes quemaduras a los enemigos. Como montura son extremadamente fieles a sus jinetes con los que no necesitan comunicación verbal; pueden sentir las emociones de sus jinetes y actuar en respuesta a ellos.

            Adelantándose hacia la puerta, ya en el ocaso, Rigantona vestida con una armadura de escamas de dragón y Cionnaith esperándola fielmente en la entrada de la fortaleza, emprendió la marcha hasta las montañas del este; hacia el hogar de las resistentes sílfides.

***
           
El viento aullaba desgracia aquella noche. Y las sílfides bien lo sabían. Sin saber muy bien por qué, el ejército del aire estaba preparado. Con centinelas vigilando cada pocos metros escondidos en las copas más altas de los árboles y los soldados listos para la batalla, sólo quedaba esperar pacientemente.

– Están llegando – sospechó Arely –. Los presiento, abuela. Esta noche es la definitiva.

– Tranquila, mi vida. Sólo es una sensación. – Pero Kiarra sabía perfectamente que no se trataba únicamente de una sensación. Al igual que el resto del poblado, el viento les susurraba palabras de advertencias: un ejército de sombras y seres elementales dirigidos por un drow montado a lomos de un pesadilla llameante se acerca a pasos de gigante hacia las montañas. – Métete en casa, Arely. Duerme hasta mañana y todo pasará.

– No, abuela. Quiero luchar. Quiero defender a mi pueblo como este intentará defenderme a mí. El aire es mi vida, y no pienso permitir que otros luchen en mi lugar por algo que también me pertenece. No soy de la realeza. No quiero serlo. Me da igual ser tu nieta; no quiero gozar de este tipo de privilegios. Quiero luchar y lucharé. ¿Estás conmigo, abuelita?

Kiarra cogió a Arely de la mano en señal de asentimiento. Ambas estaban ya listas para luchar en el frente.

***

El primer impacto fue el mayor de todos. La vanguardia de ambos bandos chocó la una con la otra sin amago de frenar. Arely pasó volando entre varias sombras, propinando ataques de izquierda a derecha, sin éxito alguno. No era capaz de volverse invisible, se sentía débil; era una sensación parecida a la de un globo de aire que lentamente iba perdiendo todo su contenido hasta quedarse tirado en el suelo, arrugado y empequeñecido. Así estaban cientos de sílfides cuando Arely dirigió la vista al suelo.

Eran las sombras: por lo visto, estos seres tenían la capacidad de absorber la energía vital de su enemigo simplemente con estar cerca de este. Las sílfides están acabadas, pensó Arely, sin el poder de la invisibilidad y sin fuerzas para remontar el vuelo, el aire se quedaría en seguida sin una sola sílfide. ¡Acabadas!

Fugazmente, miró a su abuela, que tampoco era capaz de dañar a su enemigo. La mirada de preocupación de esta última fue la señal que Arely necesitó para darse cuenta de que estaba equivocada. Luchar no iba a servir de nada. En casos como estos una buena defensa es el mejor ataque. Tenía que pensar y tenía que hacerlo lo más rápido posible.

Voló entre sombras y aves fénix, esquivando sus ataques. Se sentía cansada, pesada y extremadamente torpe, pero no estaba por la labor de rendirse tan fácilmente. A lo lejos, vio a Rigantona. Era tan horrenda pero a la vez hermosa como la describían. A Arely se le partió el alma cuando reparó en que la sílfide que estaba a su merced no era otra que su madre, Ginessa. Rigantona la tenía atrapada por las alas y lentamente le estaba arrancando una de ellas, torturándola con el insoportable dolor. Para rematar, se la entregó a su jamelgo, quien la abrasó hasta morir y luego la pisoteó hasta dejarla hecha trizas.

Arely tuvo que contener las lágrimas al ver a su madre fallecer de esa manera, pero por desgracia este no era el momento idóneo para llorar a los caídos. Alcanzó a su abuela y esta asintió cuando la pequeña cumpleañera señaló en dirección al cadáver de su madre.

– Ahora no podemos bajar la guardia, cariño – le gritó Kiarra a Arely –. Tenemos que ser fuertes y pensar en un plan. Nos están ganando terreno, ¡Estamos perdiendo la guerra!

– No vencerán mientras yo siga viva, abuelita. No lo permitiré.

***

Todo estaba yendo a pedir de boca y Rigantona no podía estar más satisfecha. Las sílfides caían muertas una detrás de otra. Esto ya estaba ganado: el ejército de sombras, ¡cómo no se le había ocurrido antes! Con el poder de absorción de las sombras las sílfides no tenían escapatoria.

Rigantona disfrutaba desmembrando a centenares de sílfides como si fueran papel; eran tan frágiles que la tarea le resultaba agradablemente sencilla.

Cionnaith atrapó a una sílfide al vuelo entre su hocico y la inmovilizó en el suelo para que Rigantona hiciese el trabajo sucio.

– Vaya, vaya, vaya... – se burló Rigantona mirando al pequeño ser que se retorcía incansablemente – ¿Estás perdida, pequeña sabandija? ¿Necesitas ayuda para volver a casa?

– ¡Suéltame! ¡Suéltame, suéltame! – pataleó la joven. El corazón le latía tan fuerte que hasta Rigantona pudo sentirlo desde toda su altura – ¿Qué vas a hacernos? ¿Qué va a ser de nosotras? –le preguntó para ganar tiempo, esperando así que alguien apareciese para socorrerla.

– Déjame pensar, pequeña sabandija – Rigantona no podía evitar reírse. Esto era tan fácil, era tan… ¡fácil! – Creo que te voy a matar; a ti y a todos los de tu especie. No es mal plan, ¿eh?

– No, por favor, por favor, ¡por favor! ¡Clemencia!

– ¿Clemencia? No te entiendo, pequeña sabandija.

– No soy una sabandija. Mi nombre es Arely. Mi madre es la princesa Ginessa – al recordar el cadáver inerte y quemado de su madre el corazón le dio un vuelco – y mi abuela es la Gran sílfide. ¡Acabaremos contigo!

– Veo pena en tus ojos, pequeña sabandija Aranda.

– Es Arely – escupió la joven con desprecio –. A-re-ly.

– Oh. En realidad me da igual. Vas a morir de todas maneras.

Acto seguido tomó a la pequeña sílfide por el cuello y apretó lo suficientemente fuerte para asustarla pero lo justo para mantenerla con vida y hacerla sufrir hasta el último segundo.

– ¿Sabes? – Le recordó Rigantona a Arely – Creo que la puta de tu madre me suplicó que no te hiciese daño. Lo que pasa, verás, es que si me dicen blanco suelo tirar por el negro, así que…

Arely gimoteó de dolor, llevándose las manos al cuello para intentar liberarse de su presa. No era capaz de respirar y se sentía desvanecer lentamente. Luchó internamente por seguir despierta; tenía que seguir despierta.

Rigantona realizó otra vez el ritual de desmembramiento de ala, pero esta vez disfrutó en especial al arrancarle las alas a la sílfide. Esta se desprendió sin ningún esfuerzo del cuerpo de Arely, provocándole una espantosa quemazón en la espalda. No habían pasado ni siquiera veinticuatro horas desde que la joven había adquirido las nuevas alas de libélula; un regalo del que no volverá a disfrutar jamás. Una sílfide que pierde sus alas es una sílfide muerta.

– ¡Mátame! – Le gritó Arely a Rigantona – ¡Mátame de una maldita vez!

– Paciencia, querida. Todo a su tiempo.

Rigantona disfrutó enormemente del sufrimiento de Arely y se recreó en él. Desde quemaduras hasta cortes de todo tipo, siempre procuró que la sílfide permaneciese despierta en todo momento. Quería que sufriese, quería verla morir suplicando por su vida.

***

Lo último que vio Arely antes de morir fue a Kiarra. Su abuela la había apartado del campo de batalla para intentar salvarla, aunque ambas sabían que era del todo inútil.

La sangre plateada le brotaba de todas partes. Kiara intentó pararle la hemorragia, pero había demasiados cortes que tapar, demasiada sangre que retener.

– Lo siento mucho, mi amor – se derrumbó la dulce abuela –. Arely, mi dulce Arely. Que la Diosa del Viento te acoja en su seno y descanses en paz.

– Ab-…-ue – empezó Arely, pero pronunciar palabras le era casi imposible.

– No digas nada, mi vida, no digas nada. Descansa, mi amor. Lo has hecho muy bien. Gracias a ti hemos ganado la guerra. ¡Rigantona ha muerto!

Arely sonrió. Al final todo había salido bien. Miró a su abuela y se sintió ligera otra vez, como si pudiese volver a volar.

– Te quiero, mi vida. – Kiarra sacó una daga plateada de su funda y con lágrimas en los ojos, se la introdujo a su nieta hasta el corazón, haciendo así que su sufrimiento cesase para siempre.

***

Kiarra volvió al campo de batalla. Decidió que esto había llegado demasiado lejos, demasiadas vidas habían caído por nada. Así que se plantó delante de Rigantona  le ofreció lo que tanto deseaba: el aire.
Y así Rigantona se llevó el cuarto elemento.



ANEXO:

Arely: Promesa.
Cadan: Lucha.
Cionnaith: Niño de fuego.
Ginessa: Blanca como la espuma.
Kiarra: Clara, lúcida.
Kirwin: De piel oscura.
Morveren: Doncella del mar.
Real Silyen: Sol naciente.
Rigantona: Gran Reina.





14 comentarios

  1. Ha sido sencillamente magnífico. La oposición narrativa protagonista/antagonista, la concepción de mundos completos, la trama, el momento de tensión absoluta, el trágico final... Se me han saltado las lágrimas con la muerte de la pobre Arely, y lo que me ha conmovido ha sido la actitud de Kiarra a la muerte de su nieta. Impresionante. Por favor, escribe muchos relatos de ahora en adelante, ojalá algún día se te vaya la pinza y escribas un libro, o yo que sé. Me declaro oficialmente tu fan número uno.

    Un frío beso

    Emily

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    1. Muchas gracias por el apoyo <3 No voy a negar que estaba bastante asustada con la recepción del relato, pero parece que está teniendo muy buena acogida :)

      Muchas gracias otra vez!

      PD: la pinza hace mucho que se me ha ido e.e

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  2. Me encanta, tiene su magia y su oscuridad... Y además muy bien escrito, felicidades!!

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    1. ¡Muchísimas gracias! (Y bienvenida a mi humilde blog <3 Gracias por ser una ramita más de este árbol) Sobre todo gracias por comentar :D Me alegra muchísimo que te haya gustado ^^

      Si está bien o mal escrito ya es cosa vuestra, así que muchísimas gracias :D

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  3. Me ha gustado mucho no, muchísmo. Eres muy original y sobretodo impredecible. El listón que habéis plantado entre tú y Emily esta muy alto y eso es genial. Dios, menudo final, por un momento me creí la mentira compasiva de Kiarra. Y lo de qué cada nombre tenga un significado es genial. Eso te ha tenido que llevar trabajo. Y hay sangre y sumado a que no acaba bien pues hace que me guste mucho (soy dramática).
    Un abrazo,
    María
    P.D.: Neminis Terra tiene ya dos maravillosos relatos con estilos diferentes pero geniales. Te felicito por la trama que has creado en tan poco espacio de hojas.

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    1. Ay póh favóh <3 Si es que me estáis sacando muchísimos colores *^*

      No voy a negar que no eres la primera persona que me dice que soy impredecible a la hora de escribir, pero realmente no me doy cuenta de esas cosas: simplemente escribo y ya. El resultado siempre me viene después y no me doy cuenta de lo impredecible que soy hasta que me lo dicen xDD

      De verdad, estoy muy contenta por la recepción que está teniendo <3 Muchísimas gracias *-*

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  4. Holis. Te vengo a decir que... ME HAGO FAN TUYO, VALE?
    Besis :D

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    1. Holis, te vengo a contestar que... MUCHAS GRACIAS, VALE?

      Besis y mucho amor :D

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  5. Me ha gustado muchísimo el texto, creo que es genial.
    Besos.

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  6. Que cosa más dulce... En serio, ha sido adorable. No me extraña que Em llorase, yo estoy a punto de hacerlo. Es... Conmovedor, y además, la forma en que lo has narrado es absolutamente genial.
    Aplausos para usted, señorita, porque me ha llegado mucho a la patata.
    Besos patosos ~

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  7. Sencillamente increible. Me encanta el hecho de que por una vez, el malo gane, siempre nos cuentan la historia de despues, cando surje un héroe que derrota a un rey malvado. Tu has contado como se levanto el rey malvado.

    Magnifico.

    Besuquis

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  8. Ya lo leí :3 Me ha gustado mucho, en ocasiones Rigantona me recuerda a la bruja blanca de Narnia xD (pero eso ya son asimilaciones mías). Y lo de que al final gane el malo: Yo diría que es un relato fantástico-"realista". Muy bien combinados ambos campos. Y lo mejor de todo, has sabido mostrar perfectamente la ambición.
    Mis felicitaciones, estaré al tanto de lo que escribas.
    JJ.

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  9. Genial trama, me encanta la divergencia de tantas emociones dispares a lo largo del relato.
    La vehemencia con la que hilvanas el argumento es casi mística.
    ¡Sigue escribiendo así por favor!
    Un abrazo.

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