Esa mañana hacía más frío de lo normal. Me recogí la enmarañada melena en una coleta alta y salí de mi habitación arrastrando los pies. En el recibidor me esperaba papá, con el teléfono en la mano:
- Está despierta - me dijo, serio. Asentí - ¿Dónde está tu hermana?
- En seguida acaba.
- Bien. Os espero en el coche.
Mientras esperaba por mi hermana pequeña, me puse la bufanda, la chaqueta y los guantes. Era Nochebuena, y la nieve caía como una cortina blanca desde hacía una semana. Todos mis amigos salían al parque a jugar a las batallas, construyendo fuertes y diseñando estrategias de ataque. Yo sólo podía observarlos desde la ventana.
- Papá nos espera en el coche - le dije a mi hermana cuando salío de la habitación. La abracé por los hombros y nos dirigimos al aparcamiento, donde mi padre nos esperaba en el coche, con el motor encendido. Al cabo de veinte minutos, llegamos al hospital.
Nunca me habían gustado los hospitales, y la amargura se acentuaba si lo visitaba el 24 de diciembre. Pero por lo menos, Santa Claus me había hecho el mejor regalo del mundo. Me la había devuelto.
Subimos hasta la cuarta planta. Casi me fallan las fuerzas al empujar la puerta de la habitación. Recorrí el pequeño pasillo de la habitación, donde se encontraba el baño, y en lugar de seguir adelante, me metí en el pequeño cuarto. Necesitaba respirar, necesitaba recobrar mis fuerzas. Esto no era nada fácil.
Salí de aquel cuarto oscuro, agarrando firmemente la bolsa que tenía entre las manos. Ya ni me acordaba que la tenía. Era Navidad, teníamos que llevarle un regalo. Terminé de recorrer aquel pasillo infinito, y por la fin la vi: estaba recostada sobre la blanca cama de hospital, y al vernos, se incorporó. Tenía la cara hinchada, y su ojo derecho sobrepasaba cinco veces su tamaño normal. A primera vista, me pareció un monstruo. Tuve que apartar la mirada. Tenía demasiado miedo.
- Hola, mami - fue lo único que pude decir. Una lágrima furtiva se escapó y recorrió mi mejilla. Me acerqué a su cama, temblando. La bolsa era mi única vía de escape; la apreté tan fuerte como pude, hasta hacerme daño.
A partir de ahí, los sonidos se me antojaron lejano. Me sentía a kilómetros de aquella habitación de hospital, como en otra galaxia. Se que me habló, se que me dijo que me acercara, que le diese un abrazo, que le contase que qué tal el colegio... Pero yo me movía como un robot, no podía controlar mi cuerpo: simplemente me movía.
- Dale el regalo, anda - me dijo mi padre, al ver que me quedaba al lado de mi madre, petrificada.
- Es para ti - le tendí la bolsa, casi tirándosela sobre la cama, y di un par de pasos hacia atrás. En mi cabeza no paraba de repetirse la misma frase, mi mamá es un monstruo, mi mamá es un monstruo.
- Oh, un regalo, ¿es para mí, de verdad? - Aunque ella intentaba actuar de forma normal, yo no podía apartar los ojos de sus deformidades.
- S-sí - tartamudeé. Mi mamá es un monstruo. Abrió el regalo: era un teléfono móvil, se lo había comprado mi padre, porque justo antes de entrar en el hospital, el suyo había dicho adiós a la vida. Durante días temí que aquello fuera una premonición. Durante días temí que el tumor cerebral que se había instalado a vivir con mi madre hubiese acabado con ella. Temí que no la dejaría disfrutar de una Navidad más. Temí que no la dejaría ver a sus nietos crecer, llamarla abuela, contarle las arrugas y los dientes. Temí que mi madre falleciese el día de Nochebuena. Pero aquella llamada nos dio la vida. Está despierta, todo ha salido bien.
- ¡Me encanta! ¡Muchísimas gracias! - nos dio un beso a todos y nos pidió que nos sacásemos una foto con ella para ponerla de fondo de pantalla -. Así os veré todos los días.
- Nos vas a ver todos los días - había contestado mi padre -. El médico dice que no han quedado restos. Ha sido una operación muy delicada, pero todo ha salido bien. De hecho duda que te queden secuelas, como muchos algunos recuerdos olvidados, pero nada grave. Ha sido toda una suerte - añadió finalmente, soltando un largo suspiro.
Sí, había sido toda una suerte. Santa Claus nos había traido el mejor regalo que cualquiera podía desear. Me había devuelto a mi madre, sana y salva. Y esta Nochebuena se cumplen diez años desde la operación, y desde aquí doy las gracias a quien ha hecho posible que mi madre esté con nosotros. Aunque nos separen miles de kilómetros, siempre la tengo cerca de mí, porque una madre es el tesoro más preciado que todos poseemos.
Gracias, Santa
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Ha sido espeluznante. ¿Sabes lo difícil que es ponerme los pelos de punta y el corazón en un puño? Pues lo has conseguido, se me han desbordado las lágrimas y me he preguntado si alguna vez podré conseguir lo que tú. Querida Mrs. Byron, eres impresionante, y espero que sigas escribiendo y mejorando día a día.
ResponderEliminarUn frío beso navideño,
Emily
Aish que me has hecho llorar!!! Pero que cosa mas bonita. Me alegro de que todo saliese bien y que Papa Noel fuera tan generoso. Desde luego te mereces ese final feliz.
ResponderEliminarUn besazo y sigue adelante, campeona!
La frivolidad que caracteriza mis escritos -y mi vida- se quedan mudos ante los hechos, y la impecable forma de narrarlos. No me imaginaba algo así. Los finales felices, y las historias que no lo son tanto, parecen existir más cerca de lo que uno se espera. Gracias pro transmitirnos algo tan personal de un modo tan especial; a este saludo se añade una reverencia.
ResponderEliminarMi loco saludo.
Agradezco muchísimo que compartas esto con nosotros, porque me encanta conocer a la gente de una manera tan intima y personal. Me ha llegado muy dentro, directo al mismo centro de mi ser.
ResponderEliminarFelicitaciones Mrs. Bayron, es sensacional.
Un beso,
Vanclaise.
Un relato lleno de emociones y que muestra cómo puede haber finales felices después de todo. Me ha gustado mucho como has narrado y espero poder seguir leyendo tus escritos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
María
Vale, estaba asustada cuando dijeron que habían llorado, y yo todo el rato pensando que al final acababa mal. Tengo un par de lagrimones colgando por las mejillas pero son de felicidad, de que hayas tenido el mejor regalo del mundo y que por suerte, tengas a tu madre a tu lado. Eso es lo más importante.
ResponderEliminar¡Un besín!
EU TAMÉN CHOREI MOITO, VALE? Odio eterno hacia ti, pero qué ben escribes, petarda!! Biquiños :D
ResponderEliminarAish, qué bonito...
ResponderEliminarTuviste suerte con Papá Noel, ¡y que vivan las madres!
Un beso, nos leemos;
JJ.
El relato es muy bonito, y me alegro mucho de que puedas seguir disfrutando de tu madre :) yo al principio pensé que era ficción y no real así que me pasé todo el rato cruzando los dedos para que al final no se muriese, pero bueno eso que me gustó mucho.
ResponderEliminarBesitos
El relato es muy bonito, y me alegro mucho de que puedas seguir disfrutando de tu madre :) yo al principio pensé que era ficción y no real así que me pasé todo el rato cruzando los dedos para que al final no se muriese, pero bueno eso que me gustó mucho.
ResponderEliminarBesitos