Maldito humo. ¡Cruel desgracia!
El humo nos ciega, nos debilita, nos vuelve desconfiados. El humo nos hace ver cosas que no son; somos agresivos, estamos todo el día de mal humor y hacemos daño.
Maldita serpiente, yo te pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué has vuelto? Estaba muy bien sin ti. Vuelve al tarro, te lo suplico, vuelve.
Y la serpiente, riéndose, me miró a los ojos, diciéndome que por ahora se iría; pero cuando menos me lo espere volverá a salir.
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