RIGANTONA
Un reino. Una dama. Un poder. Una
ambición.
Las primeras en caer fueron las ondinas. Sus
hábitats son tan frágiles que una pequeña alteración de las aguas puede hacer
perecer a toda una especie. Así, cuando un pez de aguas dulces entra en contacto
con el salitre, hará lo que esté en su mano, aceptará cualquier trato con tal
de poner fin a tan terrible pesadilla. Mejor esclavo que respirar fuego
abrasador y perecer.
Y eso hicieron las desdichadas. Cedieron su elemento
a Rigantona por un poco de piedad. Pero lo que no sabían era que Rigantona, la
autoproclamada Gran Reina de Real Silyen, no poseía esa gran virtud que es la
piedad. Ni siquiera Morveren, líder del pueblo de aguas dulces, fue lo
suficientemente convincente como para revocar el tormento. Se dice de ellas que
son seres muy alegres, cuya risa es capaz de encandilar a todo hombre que se
les acerque. Pero algo con lo que Morveren no contaba era que su pueblo ya no
tenía fuerzas suficientes para reír; y en segundo lugar, Rigantona no era un
hombre, por lo que sus influencias quedaban reducidas a la nada.
Y así Rigantona se llevó el primer elemento.
El pueblo que cayó poco tiempo después fue el de las
aves fénix. Pájaros señoriales, dueños del fuego y de la inmortalidad. Esta
poco les iba a favorecer de ahora en adelante, pues contando Rigantona con el
pueblo acuático de su lado, un simple fuego no es rival para nadie. Sin las
llamas, el ave fénix no puede renacer de sus cenizas, con lo que morirá; pero
un ave fénix no puede morir, pues es inmortal. Que se acabe este suplicio rogaban las aves, derramando aquellas
lágrimas suyas que se decía eran curativas. Haremos
lo que sea que esté en nuestro poder. ¡Lo que sea! Pero por favor, no más agua.
Y así Rigantona se llevó el segundo elemento.
Las terceras en caer fueron las dríadas. Estos
delicados seres controlan el tercer elemento: la tierra. En comparación con los
dos pueblos anteriores, las dríadas fueron las más difíciles de someter. Cada
una de ellas está ligada anímicamente a un roble del bosque y le pertenecerá
hasta el día de su muerte. Son seres muy pacíficos, y sólo atacan cuando sus
bosques se ven amenazados. Poseen un gran poder, que únicamente un ser humano u
otro ser con gran resistencia a la magia será capaz de evitar.
Es por eso que Rigantona removió cielo, tierra y mar
para encontrar la solución a sus problemas. Y cuando por fin la encontró, no le
resultó nada difícil arrasar millones de hectáreas de bosque con el fuego de
los inmortales fénix. Los duendes de los bosques morían uno detrás del otro
acompañando a su roble hasta el final del trayecto. Las pocas que sobrevivían
suplicaban con todo su ser un poco de
clemencia, pero Rigantona, como bien ha demostrado, no conoce dicho
significado. Nos someteremos. Lo prometemos. ¡Pero, por favor, deja nuestros árboles
con vida! ¡Si no morirá toda nuestra raza! ¡Piedad, piedad!
Y así Rigantona se llevó el tercer elemento.
De la noche a la mañana casi toda Real Silyen pasó a manos
de Rigantona. Desde el norte, reino de las ondinas, al oeste perteneciente a las
dríadas hasta el sur, reino de los fénix, la Gran Reina se está haciendo con el
control casi absoluto de todo el territorio elemental. Y sólo y únicamente con
los cuatro elementos naturales podrá dominar a todos y cada uno de los seres
existentes y por existir de la, en otrora majestuosa, Real Silyen; el Reino del
Sol Naciente.
***
– ¿Para qué seguir con el ataque, mi
Gran Reina? Su Majestad cuenta ya con tres elementos, es usted la más poderosa
del reino, ¿no debería…?
– ¡No son suficientes! Nunca son suficientes… Los
tres primeros cayeron con tanta facilidad, fueron tan débiles, tan estúpidos.
Pero estas malditas sílfides se arrodillarán ante mí y me suplicarán clemencia.
¿Me oyes? No tengo intención de rendirme. ¡Y que este palacio se derrumbe en
mil pedazos si me rindo! El aire será mío, y lo será pronto.
Rigantona salió de la sala de reuniones cerrando la
puerta con un fuerte golpe. Recorrió los oscuros pasillos de su palacio
subterráneo dando grandes zancadas e ignorando las reverencias de sus siervos y
esclavos. A pesar de poseer tres de los cuatro elementos de la naturaleza,
Rigantona no estaba satisfecha y deseaba todavía más. Así, las únicas que
resistían a los innumerables ataques del subsuelo eran las sílfides: seres
amigables, elementales del aire y con la capacidad de volverse tanto visible
como invisible. Las sílfides son inalcanzables; vuelan libres cual pájaro y
desaparecen a voluntad.
Algo con lo que Rigantona no contaba a la hora de
atacar es que no es posible atrapar aire y retenerlo en la palma de la mano.
– ¡Cadan! – llamó Rigantona en la sala de armas -.
Quiero que prepares otro ataque. La noche está a punto de alzarse, es nuestro
momento. Esas malditas no podrán resistir una noche más.
– Mi señora – intervino Kirwin -, la oscuridad no
nos dejará ver nada. ¿No sería más prudente esperar hasta el amanecer?
– ¡NO! Todos estos meses hemos jugado con vuestras
normas, ¡CON SUS NORMAS! Porque era lo más prudente, porque os manejaríais
mejor. Pero se acabó. Ahora se hará lo que yo diga, y yo misma saldré a luchar.
Convocaré un ejército de sombras que anulará por completo los poderes de esas
malditas. No volverán a desaparecer delante de nuestros ojos, no volverán a
tener la oportunidad de volar alto, no volverán a tener la oportunidad de
ganar. Yo ganaré y este asalto será el definitivo. – Cadan y Kirwin se miraron
con miedo y tragaron saliva. Si Rigantona salía a luchar, cualquier cosa podía
pasar esa noche –. ¡Que me vistan con mi armadura!
***
Hace hoy diez años que he llegado a este nuevo
mundo. Mis alas han crecido hasta alcanzar el tamaño de las de una libélula. Y
esta una de las razones por las que he sido llamada al frente. Soy la sílfide
más joven en entrar en las fuerzas defensivas del ejército del aire. ¿Defensivas
para qué? ¿Ejército del aire? Todo esto no existía, según mi abuela. Son nuevos
términos a los que mi pueblo ha tenido que adaptarse de manera brusca. Y todo
por un único ser: Rigantona.
Según Kiarra, mi abuela – y el resto de la población
alada –, Rigantona es el ser más despreciable, malvado y cruel que ha conocido
jamás nuestro mundo. Su única ambición es la de hacerse con los cuatro
elementos de la naturaleza. Nuestras hermanas las ondinas y las dríadas no han
podido resistir más el ataque de esta malvada criatura; al igual que los
majestuosos señores fénix, con cuyo vuelo y elegancia no nos podemos comparar.
Si ellos han caído, nosotras no tardaremos mucho más en sufrir el mismo
destino. Hasta ahora nuestro pueblo se ha servido de la invisibilidad para
derrotar o más bien esquivar los ataques del ejército del submundo, al igual
que nuestro vuelo: hemos sido capaces de elevarnos hasta los más alto del cielo
y conseguir así la rendición – provisional – de Rigantona.
Kiarra es la sílfide más antigua con
la que cuenta nuestro pueblo. A pesar de su joven e inocente apariencia, tiene
casi los mismos años que la tierra madre. Cabeza de nuestro pueblo, la
consideramos nuestra reina: todos la seguiríamos hasta la muerte en lo que se
nos encomendase. Su bondad es tal que de ella aprendí todo lo que sé sobre lo
que está bien y lo que está mal; y por ella defenderé mi elemento con mi vida.
Mi madre, Ginessa, es la princesa
heredera, lo que me convierte a mí, Arely, en una especie de suplente a
princesa. Y digo suplente porque en parte, las sílfides, somos inmortales y
para que yo alcance a ser reina tendría que ocurrir una desgracia comparable a
la invasión de Rigantona.
Ellas dos solían contarme historias
sobre pueblos sometidos por una villana drow – un elfo expulsado del bosque sagrado
y condenado a vivir eternamente en el subsuelo, oculto para siempre del brillo
del sol – que lo único que quería era dañar todo aquello que Real Silyen amaba.
Esas historias fueron leyenda para nuestra comunidad; hasta que nos tocó a
nosotros enfrentarnos a Rigantona.
Y ahora que lo sé todo, ahora que
tengo edad suficiente para luchar, la Gran Reina no se llevará el cuarto
elemento.
***
– ¿Cómo he podido dejar que la mente de una inocente
criatura deje de ser inocente en cuestión de días? Una sílfide de cambio de ala
hablando sobre la guerra, ¿qué más puede salir mal? Soy sabia, los dioses bien
saben que sí, pero desconozco el destino de esta guerra. Ignoro qué le deparará
a mi pequeña libélula este asalto a sangre fría. Hasta ahora, nuestro reino en
los picos más altos de las montañas y en las nubes más frondosas del cielo ha
sido capaz de resistir la amenaza. Somos ágiles, rápidas, escurridizas y
poderosas. Pero presiento que esta vez todo será distinto. Presiento que esta
vez no nos libraremos. Temo por mi pequeña libélula más que por mi propia vida
o por la de mi pueblo. ¿Acaso soy egoísta por eso? Soy sabia, los dioses bien
lo saben, pero en el fondo tengo sentimientos, y una nieta es una nieta.
– No, madre. Es comprensible. Nuestra pequeña Arely es
tan frágil que todo puede dañarla. Pero tenemos que confiar en ella. Esta
guerra es de todos; todo el reino deberá luchar, sin distinción de edad o clase
social. Muchos perecerán para que otros puedan seguir viviendo. Tendremos que
enfrentarnos a nuestras hermanas y a nuestros similares alados; mucha será la
sangre mágica derramada el día del combate definitivo.
– Cuando le contaba aquellas historias de cuna sobre
la amenaza de Rigantona… Siento realmente como si la hubiese impulsado desde la
más tierna infancia a… Esto. Siento como si yo fuese la culpable de todo esto.
Como si yo le hubiese arrebatado su infancia, su inocencia; como si Rigantona
fuera yo.
– No se martirice, madre – Ginessa intentó
tranquilizar a la anciana acariciándole amigablemente un ala –. Cierto es –
confesó divertida – que es una manera muy poco convencional de introducir a un
niño en la vida adulta, pero sé que no lo ha hecho a mal. La prueba está en que
la quiere como si fuera su propia madre, no le guarda ningún tipo de rencor.
Está dispuesta a luchar, y cuando ganemos esta guerra podrá contarle a sus
nietas como su propia abuela, la gran sílfide Kiarra, la inspiró para ser quien
es. Créame, madre, no la nombraron Gran Sílfide del poblado por sus tartas –
ambas rieron, relajando así el ambiente tenso y de profunda culpabilidad de
Kiarra.
– Supongo que tienes razón, querida. Ahora recemos
para que todo salga bien.
– Rezaré por los otros tres elementos también, para
que vuelvan a ser libres junto a nosotros y por Real Silyen para que recupere
el brillo de antaño.
***
–
Todo está preparado, su Majestad – informó Cadan -. Las tropas están listas
para partir al anochecer, como ordenó.
– ¿Y qué hay de las sombras?
– Controladas, mi señora.
– Excelente. – Todo estaba preparado
para el ataque; lo que Rigantona esperaba que fuera el ataque definitivo. Con
un ejército compuesto en su gran mayoría por sombras, el resto de los elementos
derrotados deberán luchar hasta la muerte para con su líder; la derrota sílfide
está asegurada. Aire: sólo le resta conseguir este último elemento para hacerse
con toda criatura viviente y no-muerta, artificial e interplanar. Un último
elemento para ser la Gran Reina que tanto ansía ser –. Que todos estén preparados
para partir; esperad a mi señal. Mata a los rebeldes.
– Eso haré. Con permiso, su Majestad
–. Cadan salió de los aposentos de Rigantona con una mirada de fiera lucha y se
dirigió hacia el exterior del palacio.
El palacio de Rigantona estaba
enterrado a varios kilómetros bajo tierra. El majestuoso edificio estaba
esculpido en obsidiana, tan negra como la noche, aislando así de cualquier
posible filtración de luz proveniente del exterior. Como drow, ser condenado a
vivir eternamente bajo tierra, Rigantona no podía salir de su morada a plena
luz del día. La única manera que tenía la Gran Reina de comunicarse con el
exterior era a través de sus siervos o de su más fiel rocín, Cionnaith, un
hermoso y enorme pesadilla.
Cionnaith era un corcel malvado, el
único restante de su especie. Para los pesadillas el único bien que existía era
el mal. Son criaturas malvadas, de color negro como el carbón y ojos rojo
fuego. Sus crines son de fuego y sus cascos son ascuas ardientes. En la batalla
son seres poderosos, pues atacan con sus cascos ardientes provocando fuertes
quemaduras a los enemigos. Como montura son extremadamente fieles a sus jinetes
con los que no necesitan comunicación verbal; pueden sentir las emociones de
sus jinetes y actuar en respuesta a ellos.
Adelantándose hacia la puerta, ya en
el ocaso, Rigantona vestida con una armadura de escamas de dragón y Cionnaith
esperándola fielmente en la entrada de la fortaleza, emprendió la marcha hasta
las montañas del este; hacia el hogar de las resistentes sílfides.
***
El viento aullaba desgracia aquella noche. Y las
sílfides bien lo sabían. Sin saber muy bien por qué, el ejército del aire
estaba preparado. Con centinelas vigilando cada pocos metros escondidos en las
copas más altas de los árboles y los soldados listos para la batalla, sólo
quedaba esperar pacientemente.
– Están llegando – sospechó Arely –. Los presiento,
abuela. Esta noche es la definitiva.
– Tranquila, mi vida. Sólo es una sensación. – Pero
Kiarra sabía perfectamente que no se trataba únicamente de una sensación. Al
igual que el resto del poblado, el viento les susurraba palabras de
advertencias: un ejército de sombras y seres elementales dirigidos por un drow
montado a lomos de un pesadilla llameante se acerca a pasos de gigante hacia
las montañas. – Métete en casa, Arely. Duerme hasta mañana y todo pasará.
– No, abuela. Quiero luchar. Quiero defender a mi
pueblo como este intentará defenderme a mí. El aire es mi vida, y no pienso
permitir que otros luchen en mi lugar por algo que también me pertenece. No soy
de la realeza. No quiero serlo. Me da igual ser tu nieta; no quiero gozar de
este tipo de privilegios. Quiero luchar y lucharé. ¿Estás conmigo, abuelita?
Kiarra cogió a Arely de la mano en señal de
asentimiento. Ambas estaban ya listas para luchar en el frente.
***
El primer impacto fue el mayor de todos. La
vanguardia de ambos bandos chocó la una con la otra sin amago de frenar. Arely
pasó volando entre varias sombras, propinando ataques de izquierda a derecha,
sin éxito alguno. No era capaz de volverse invisible, se sentía débil; era una
sensación parecida a la de un globo de aire que lentamente iba perdiendo todo
su contenido hasta quedarse tirado en el suelo, arrugado y empequeñecido. Así
estaban cientos de sílfides cuando Arely dirigió la vista al suelo.
Eran las sombras: por lo visto, estos seres tenían
la capacidad de absorber la energía vital de su enemigo simplemente con estar
cerca de este. Las sílfides están acabadas, pensó Arely, sin el poder de la
invisibilidad y sin fuerzas para remontar el vuelo, el aire se quedaría en
seguida sin una sola sílfide. ¡Acabadas!
Fugazmente, miró a su abuela, que tampoco era capaz
de dañar a su enemigo. La mirada de preocupación de esta última fue la señal
que Arely necesitó para darse cuenta de que estaba equivocada. Luchar no iba a
servir de nada. En casos como estos una buena defensa es el mejor ataque. Tenía
que pensar y tenía que hacerlo lo más rápido posible.
Voló entre sombras y aves fénix, esquivando sus
ataques. Se sentía cansada, pesada y extremadamente torpe, pero no estaba por
la labor de rendirse tan fácilmente. A lo lejos, vio a Rigantona. Era tan
horrenda pero a la vez hermosa como la describían. A Arely se le partió el alma
cuando reparó en que la sílfide que estaba a su merced no era otra que su
madre, Ginessa. Rigantona la tenía atrapada por las alas y lentamente le estaba
arrancando una de ellas, torturándola con el insoportable dolor. Para rematar,
se la entregó a su jamelgo, quien la abrasó hasta morir y luego la pisoteó
hasta dejarla hecha trizas.
Arely tuvo que contener las lágrimas al ver a su
madre fallecer de esa manera, pero por desgracia este no era el momento idóneo
para llorar a los caídos. Alcanzó a su abuela y esta asintió cuando la pequeña
cumpleañera señaló en dirección al cadáver de su madre.
– Ahora no podemos bajar la guardia, cariño – le
gritó Kiarra a Arely –. Tenemos que ser fuertes y pensar en un plan. Nos están
ganando terreno, ¡Estamos perdiendo la guerra!
– No vencerán mientras yo siga viva, abuelita. No lo
permitiré.
***
Todo estaba yendo a pedir de boca y Rigantona no
podía estar más satisfecha. Las sílfides caían muertas una detrás de otra. Esto
ya estaba ganado: el ejército de sombras, ¡cómo no se le había ocurrido antes!
Con el poder de absorción de las sombras las sílfides no tenían escapatoria.
Rigantona disfrutaba desmembrando a centenares de
sílfides como si fueran papel; eran tan frágiles que la tarea le resultaba
agradablemente sencilla.
Cionnaith atrapó a una sílfide al vuelo entre su
hocico y la inmovilizó en el suelo para que Rigantona hiciese el trabajo sucio.
– Vaya, vaya, vaya... – se burló Rigantona mirando
al pequeño ser que se retorcía incansablemente – ¿Estás perdida, pequeña
sabandija? ¿Necesitas ayuda para volver a casa?
– ¡Suéltame! ¡Suéltame, suéltame! – pataleó la
joven. El corazón le latía tan fuerte que hasta Rigantona pudo sentirlo desde
toda su altura – ¿Qué vas a hacernos? ¿Qué va a ser de nosotras? –le preguntó
para ganar tiempo, esperando así que alguien apareciese para socorrerla.
– Déjame pensar, pequeña sabandija – Rigantona no
podía evitar reírse. Esto era tan fácil, era tan… ¡fácil! – Creo que te voy a
matar; a ti y a todos los de tu especie. No es mal plan, ¿eh?
– No, por favor, por favor, ¡por favor! ¡Clemencia!
– ¿Clemencia? No te entiendo, pequeña sabandija.
– No soy una sabandija. Mi nombre es Arely. Mi madre
es la princesa Ginessa – al recordar el cadáver inerte y quemado de su madre el
corazón le dio un vuelco – y mi abuela es la Gran sílfide. ¡Acabaremos contigo!
– Veo pena en tus ojos, pequeña sabandija Aranda.
– Es Arely – escupió la joven con desprecio –.
A-re-ly.
– Oh. En realidad me da igual. Vas a morir de
todas maneras.
Acto seguido tomó a la pequeña sílfide por el cuello
y apretó lo suficientemente fuerte para asustarla pero lo justo para mantenerla
con vida y hacerla sufrir hasta el último segundo.
– ¿Sabes? – Le recordó Rigantona a Arely – Creo que
la puta de tu madre me suplicó que no te hiciese daño. Lo que pasa, verás, es
que si me dicen blanco suelo tirar por el negro, así que…
Arely gimoteó de dolor, llevándose las manos al
cuello para intentar liberarse de su presa. No era capaz de respirar y se
sentía desvanecer lentamente. Luchó internamente por seguir despierta; tenía
que seguir despierta.
Rigantona realizó otra vez el ritual de
desmembramiento de ala, pero esta vez disfrutó en especial al arrancarle las
alas a la sílfide. Esta se desprendió sin ningún esfuerzo del cuerpo de Arely,
provocándole una espantosa quemazón en la espalda. No habían pasado ni siquiera
veinticuatro horas desde que la joven había adquirido las nuevas alas de
libélula; un regalo del que no volverá a disfrutar jamás. Una sílfide que
pierde sus alas es una sílfide muerta.
– ¡Mátame! – Le gritó Arely a Rigantona – ¡Mátame de
una maldita vez!
– Paciencia, querida. Todo a su tiempo.
Rigantona disfrutó enormemente del sufrimiento de
Arely y se recreó en él. Desde quemaduras hasta cortes de todo tipo, siempre
procuró que la sílfide permaneciese despierta en todo momento. Quería que
sufriese, quería verla morir suplicando por su vida.
***
Lo último que vio Arely antes de morir fue a Kiarra.
Su abuela la había apartado del campo de batalla para intentar salvarla, aunque
ambas sabían que era del todo inútil.
La sangre plateada le brotaba de todas partes. Kiara
intentó pararle la hemorragia, pero había demasiados cortes que tapar,
demasiada sangre que retener.
– Lo siento mucho, mi amor – se derrumbó la dulce
abuela –. Arely, mi dulce Arely. Que la Diosa del Viento te acoja en su seno y
descanses en paz.
– Ab-…-ue – empezó Arely, pero pronunciar palabras
le era casi imposible.
– No digas nada, mi vida, no digas nada. Descansa,
mi amor. Lo has hecho muy bien. Gracias a ti hemos ganado la guerra. ¡Rigantona
ha muerto!
Arely sonrió. Al final todo había salido bien. Miró
a su abuela y se sintió ligera otra vez, como si pudiese volver a volar.
– Te quiero, mi vida. – Kiarra sacó una daga
plateada de su funda y con lágrimas en los ojos, se la introdujo a su nieta
hasta el corazón, haciendo así que su sufrimiento cesase para siempre.
***
Kiarra volvió al campo de batalla. Decidió que esto
había llegado demasiado lejos, demasiadas vidas habían caído por nada. Así que
se plantó delante de Rigantona le
ofreció lo que tanto deseaba: el aire.
Y así Rigantona se llevó el cuarto elemento.
ANEXO:
Arely:
Promesa.
Cadan:
Lucha.
Cionnaith:
Niño de fuego.
Ginessa:
Blanca como la espuma.
Kiarra:
Clara, lúcida.
Kirwin:
De piel oscura.
Morveren:
Doncella del mar.
Real
Silyen: Sol naciente.
Rigantona:
Gran Reina.
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Ha sido sencillamente magnífico. La oposición narrativa protagonista/antagonista, la concepción de mundos completos, la trama, el momento de tensión absoluta, el trágico final... Se me han saltado las lágrimas con la muerte de la pobre Arely, y lo que me ha conmovido ha sido la actitud de Kiarra a la muerte de su nieta. Impresionante. Por favor, escribe muchos relatos de ahora en adelante, ojalá algún día se te vaya la pinza y escribas un libro, o yo que sé. Me declaro oficialmente tu fan número uno.
ResponderEliminarUn frío beso
Emily
Muchas gracias por el apoyo <3 No voy a negar que estaba bastante asustada con la recepción del relato, pero parece que está teniendo muy buena acogida :)
EliminarMuchas gracias otra vez!
PD: la pinza hace mucho que se me ha ido e.e
Me encanta, tiene su magia y su oscuridad... Y además muy bien escrito, felicidades!!
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! (Y bienvenida a mi humilde blog <3 Gracias por ser una ramita más de este árbol) Sobre todo gracias por comentar :D Me alegra muchísimo que te haya gustado ^^
EliminarSi está bien o mal escrito ya es cosa vuestra, así que muchísimas gracias :D
Me ha gustado mucho no, muchísmo. Eres muy original y sobretodo impredecible. El listón que habéis plantado entre tú y Emily esta muy alto y eso es genial. Dios, menudo final, por un momento me creí la mentira compasiva de Kiarra. Y lo de qué cada nombre tenga un significado es genial. Eso te ha tenido que llevar trabajo. Y hay sangre y sumado a que no acaba bien pues hace que me guste mucho (soy dramática).
ResponderEliminarUn abrazo,
María
P.D.: Neminis Terra tiene ya dos maravillosos relatos con estilos diferentes pero geniales. Te felicito por la trama que has creado en tan poco espacio de hojas.
Ay póh favóh <3 Si es que me estáis sacando muchísimos colores *^*
EliminarNo voy a negar que no eres la primera persona que me dice que soy impredecible a la hora de escribir, pero realmente no me doy cuenta de esas cosas: simplemente escribo y ya. El resultado siempre me viene después y no me doy cuenta de lo impredecible que soy hasta que me lo dicen xDD
De verdad, estoy muy contenta por la recepción que está teniendo <3 Muchísimas gracias *-*
Holis. Te vengo a decir que... ME HAGO FAN TUYO, VALE?
ResponderEliminarBesis :D
Holis, te vengo a contestar que... MUCHAS GRACIAS, VALE?
EliminarBesis y mucho amor :D
Me ha gustado muchísimo el texto, creo que es genial.
ResponderEliminarBesos.
Muchísimas gracias por el apoyo :D
EliminarQue cosa más dulce... En serio, ha sido adorable. No me extraña que Em llorase, yo estoy a punto de hacerlo. Es... Conmovedor, y además, la forma en que lo has narrado es absolutamente genial.
ResponderEliminarAplausos para usted, señorita, porque me ha llegado mucho a la patata.
Besos patosos ~
Sencillamente increible. Me encanta el hecho de que por una vez, el malo gane, siempre nos cuentan la historia de despues, cando surje un héroe que derrota a un rey malvado. Tu has contado como se levanto el rey malvado.
ResponderEliminarMagnifico.
Besuquis
Ya lo leí :3 Me ha gustado mucho, en ocasiones Rigantona me recuerda a la bruja blanca de Narnia xD (pero eso ya son asimilaciones mías). Y lo de que al final gane el malo: Yo diría que es un relato fantástico-"realista". Muy bien combinados ambos campos. Y lo mejor de todo, has sabido mostrar perfectamente la ambición.
ResponderEliminarMis felicitaciones, estaré al tanto de lo que escribas.
JJ.
Genial trama, me encanta la divergencia de tantas emociones dispares a lo largo del relato.
ResponderEliminarLa vehemencia con la que hilvanas el argumento es casi mística.
¡Sigue escribiendo así por favor!
Un abrazo.